Foto

Es como si cada experiencia
fuera una foto en blanco y negro.
Tu ego la edita:
hace el reencuadre,
recorta y, por lo general,
satura.
Es muy fácil quemar los blancos,
da la sensación de nitidez.
Allí está todo lo que consideramos consciente
(como el sol en la carta astral).
En cambio en lo negro,
la sombra,
están los sentimientos:
¡cosa del Diablo
que no se puede controlar!
Da un poco de vértigo sí.
Es el precio del binomio
que se extiende sobre casi todas
las creencias de nuestra cultura occidental.
Cuando ves la foto entera,
sin retoque,
te das cuenta de que los grises
pueden ser hermosos.
Primero porque la infinitud de sus matices
nos devela su proporcional en percepciones,
en posibilidades.
Segundo porque al no estar extremada
la visión de lo que interpretamos,
empezamos a entender cómo las cosas
están íntimamente relacionadas.
No se pasa del blanco al negro
así sin más;
se transiciona,
se transmuta.
Y eso nos demuestra
que lo que en un principio
aparenta ser opuesto,
en realidad se compone de la misma materia
pero con diferentes propiedades.
Las vivencias,
las identidades,
dependen del instante
y del encuadre personal
con el que se haga la foto;
pero el paisaje es el mismo
para todas las entidades.


Comentarios